4 de abril de 2009

02 de abril: "Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas". "Recuperación de las Islas Malvinas" (2º parte)

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Nadie discute hoy, ni ha discutido nunca, el justo reclamo argentino de soberanía que la República Argentina mantiene sobre las Islas desde 1833. Pero eso nada tiene que ver con el análisis descarnado de lo ocurrido en 1982. Durante mucho tiempo se ha preferido eludir la autocrítica de la derrota, de la que nadie quiso hacerse cargo. Galtieri y recientemente el almirante Jorge Anaya murieron sin haber hablado, sin enfrentar sus responsabilidades políticas y militares. Ninguna guerra es buena, pero ésta, por la improvisación e incompetencia, fue peor.
Al margen de los errores tácticos y estratégicos que definieron la suerte de la guerra, lo que aparece como inaudito son los injustificados malos tratos, las crueldades de algunos oficiales y suboficiales hacia sus soldados: por ejemplo, “estaqueos” durante horas en la turba mojada, con temperaturas bajo cero. En su gran mayoría eran castigos por robar comida. Teníamos hambre, porque la imprevisión y la incompetencia eran tales, que a pesar de que “invadimos” unas islas semidesiertas, estábamos al lado de nuestras costas y permanecimos allí 30 días hasta que llegaron las tropas inglesas y empezaron los combates... ¡no había casi comida!.
El genocidio iniciado por los militares y sus apoyos civiles con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, continuó de algún modo en Malvinas. La misma crueldad, la misma incompetencia, el mismo desprecio por la vida ajena, la misma cobardía. En Malvinas, los militares cometieron aberraciones progresivamente denunciadas por quienes las sufrieron en carne propia: tortura física y psicológica; traición. Con alguna otra excepción, sólo la valentía y capacidad técnica de los pilotos de la Fuerza Aérea quedan fuera de estas calificaciones.
La derrota fue tan dura para la Junta Militar, que se vio obligada a nombrar a una Comisión Investigadora. Un digno general de la Nación, Benjamín Rattenbach, elaboró en 1983 un informe, a pedido de la Comisión de Análisis y Evaluación Político Militar de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur. El informe califica la Guerra de Malvinas como una “aventura irresponsable”. Señala que cada arma funcionaba por su cuenta, que carecían de preparación y que la conducción estuvo plagada de errores. Sobre esta base, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas condenó a Galtieri a 12 años de reclusión con accesoria de destitución; al almirante Jorge Isaac Anaya a 14 años de reclusión con accesoria de destitución y al brigadier Basilio Arturo Lami Dozo a 8 años de reclusión. En cambio, quedaron absueltos, por prescripción de los delitos, los jefes militares Osvaldo Jorge García, Helmut Conrado Weber, Juan José Lombardo, Leopoldo Alfredo Suárez del Cerro, Mario Benjamín Menéndez y Omar Edgardo Parada. En 1988, al cabo de la revisión en segunda instancia civil y federal de la condena a Galtieri y demás responsables militares, un tribunal ratificó las condenas por los delitos cometidos unificándolas en 12 años sólo para los tres máximos jefes militares. No hubo otros condenados por responsabilidades en la Guerra de Malvinas. Finalmente Galtieri, Anaya y Lami Dozo fueron indultados en 1990 por el presidente civil Carlos Saúl Menem.
Militares que cometieron violaciones de los derechos humanos como tortura, tortura seguida de muerte, (Art. 144 del Código Penal) y robos, homicidios y delitos conexos cometidos como miembros de una organización delictiva dirigida por las juntas militares que gobernaron durante el llamado "Proceso", cobran pensión actualmente como ex combatientes de Malvinas. En algunos casos no se los juzgó o se los absolvió; en otros se los indultó o sus procesos se cerraron a causa de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
Entre los absueltos figuraba el entonces teniente de navío Alfredo Ignacio Astiz, miembro de los primeros comandos enviados a las islas Georgias del Sur, vecinas de las Malvinas y también bajo ocupación británica. Astiz se rindió con su tropa al enemigo sin efectuar la debida resistencia; fue capturado y remitido a Gran Bretaña. De regreso en el país y ya en democracia, fue juzgado en Argentina y condenado (en ausencia) en Francia por participar de secuestros y desapariciones durante la dictadura, entre ellos el de dos monjas francesas y de miembros de Madres de Plaza de Mayo. Otra de sus hazañas, realizada el 27 de enero de 1977 en la localidad de Palomar, cuando encabezaba un grupo de tareas que operaba en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), consistió en balear por la espalda a la adolescente sueca Dagmar Hagelin, cuando ésta corría asustada sin ofrecer resistencia. Estos actos de “valentía” en el servicio no los repitió Astiz en Malvinas: es conocido que ante el primer disparo del enemigo alzó la bandera de rendición y se entregó junto con su tropa.
El descarnado informe del general Rattenbach fue silenciado por sus camaradas, que no quisieron hacerse cargo del debate y sumir una autocrítica sobre lo ocurrido. Tampoco por los gobiernos civiles. Sólo fue publicado en una edición del Centro de Soldados ex Combatientes de Malvinas de La Plata (CECIM). Como dice el escritor Osvaldo Bayer, autor del prólogo: “Malvinas es la única guerra del mundo donde murieron los soldados y se rindieron todos los generales, almirantes, brigadieres, coroneles, vicealmirantes, contraalmirantes, mayores, capitanes, sargentos, cabos primeros”.
Todos esos heroicos militares van muriendo en la cama, poco a poco, gozando de pensión completa. El cinismo continuó con la democracia, cuando se empezó a inaugurar monumentos a los “Héroes de Malvinas”, mientras los ex soldados comenzaban a suicidarse. Los “héroes” en realidad fueron víctimas. Mientras oficiales y suboficiales siguieron cobrando sueldos, pensiones y retiros al margen de su responsabilidad en los hechos de la guerra (y en otros hechos, durante la represión dictatorial), los “soldaditos” en un primer tiempo tuvieron que salir a mendigar.

La sociedad argentina jamás será justa; un país no será distinto, previsible, lógico y pacífico si no condena la impunidad y a quienes violan la Constitución y los Derechos Humanos. Los argentinos necesitamos ganarle a nuestra propia guerra, esa que deambula en nuestra mente y que nos acecha. Malvinas exige que se castigue a todos los culpables, que se proteja y asista a los ex combatientes. Que se recuerde tanto a los que murieron en las islas, como a los que volvieron y, como consecuencia de la indiferencia y el olvido, se quitaron la vida.

1 comentario:

Edit dijo...

Como siempre , muy buenos tus informes.!!