15 de diciembre de 2008

Convivencia escolar: "Un desafío de la tarea educativa actual" (5º parte).

¿Cómo evitar la agresividad entre los alumnos y la que se da entre alumnos y profesores?.

La agresividad no es necesariamente una tendencia maligna, compartimos con los animales la fuerza vital para lograr metas, defendernos de las amenazas; en fin, existe una agresividad al servicio de la vida. Sin embargo, esta misma agresividad cuando irrumpe en el espacio de los otros enmarcada en el abuso de poder en cualquiera de sus dimensiones y ya no está al servicio de la vida, es lo que generalmente llamamos violencia.
Aceptando esta diferencia entre agresividad y violencia, queda claro que la violencia acompañará, aunque no lo deseemos, el quehacer educativo, por cuanto no depende sólo del clima generado en el colegio, sino también del espacio contextual (familiar y cultural) no sólo de los alumnos, sino de todos los participantes en la cotidianeidad escolar. Esto de ninguna manera implica que debamos resignarnos a vivir con ella al interior de los colegios, pero tampoco implica que podamos deshacernos de ella totalmente.
Dicho lo anterior, la promoción de espacios de buena relación, o promoción de la convivencia, es el camino que deben asumir las escuelas para atenuar la violencia en sus aulas (entre pares, así como también entre profesores y alumnos).
Dado que este propósito es a largo plazo, y la violencia está presente aquí y ahora, los docentes, ante la irrupción de la violencia, necesitan mantener una distancia óptima que señale su presencia, más que establecer una vigilancia y control. Por otra parte, necesitan asumir que en los casos de agresiones, ellos tienen la responsabilidad y la capacidad de intervenir; establecer espacios de reflexión con los involucrados luego de lo sucedido, donde el escuchar tiene privilegio antes que el sermonear, de modo que la experiencia se convierta en aprendizaje. Dado que también es aprendizaje el que cada conducta conlleva consecuencias, también es necesario sancionar. Pero las sanciones serán adecuadas si han sido antes consensuadas con los actores a través del proyecto educativo. Además se debe incluir la reparación del daño causado. Ello no implica que aquí no ha pasado nada, sino que a partir de lo ocurrido se construye un nuevo estado.
Por último, el docente necesita aprender permanentemente sobre la violencia y sus manifestaciones, pero, por sobre todo, a trabajar las propias violencias. Si es ciego a la realidad de que la violencia no es algo que el otro ejerce, sino una potencia que puede desatarse también por él mismo, podrá reprimir, pero no contribuirá a una cultura de buen trato, no violenta. Solo será más de lo mismo.

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