19 de noviembre de 2008

El fracaso de la educación actual (2º parte).

Padres, profesores, alumnos.
Las relaciones entre los miembros de la comunidad educativa se encuentran marcadas por un claro recelo mutuo hasta tal punto que la existencia de dicha comunidad es más una entelequia que una realidad operativa.
Es notorio que en esta "comunidad" el docente ha ido paulatinamente perdiendo peso específico y papel decisorio en la marcha del proceso educativo. Es una pérdida de importancia deseada -aunque resulte difícil creerlo- por un sector mismo de la docencia imbuida de un cierto espíritu de masoquismo profesional, fruto amargo de la mala conciencia de todo aquel "solidario de base" que se sitúa en el "poder".
Esto ha ocasionado innumerables situaciones en las que el docente no ha encontrado apoyo entre sus propios compañeros en el caso de haberse producido conflictos tanto con los alumnos -el alumno es considerado un cliente y "el cliente siempre tiene razón- como con los padres de los alumnos. Esta pérdida de autoridad -se apela al sentido común para no confundirla con autoritarismo- ha hecho que el alumno, hoy por hoy, se sienta el amo de la clase y todo intento del profesor de apelar al respeto a su función docente es considerado por bastantes alumnos -y también docentes...- como una actitud reaccionaria, "fascista", etc. Los desgraciadamente abundantes episodios de violencia verbal y física hacia el profesor, evidencian una situación insostenible en muchas aulas. Ante semejante panorama no es de extrañar el espectacular aumento de las bajas por depresión y trastornos psicológicos que muestran las estadísticas, así como la falta de motivación para dotar a la profesión educativa de más creatividad.
Una cierta parte de los alumnos, crecidos por un modelo educativo que les ha hecho -sin más consideraciones- sujetos de derechos pero no de deberes, marcan la pauta del ritmo de la clase imponiendo, de hecho, al docente sus propios intereses, que no son otros que el de trabajar lo menos posible. Se establece así una suerte de juego maquiavélico de lucha de poder en el que el alumno intenta burlar constantemente los deseos y la autoridad del maestro y éste, a su vez, sólo cree poder salir airoso del conflicto haciéndose "amigo/a" del alumno/a.
La actitud de algunos padres viene a enturbiar aún más este cúmulo de despropósitos. Años atrás, los padres solían colaborar con el maestro en la educación de sus hijos y actuaban conjuntamente con él. Ahora, los padres intentan desacreditar al docente haciéndole ver que su hijo/a es el/la mejor y que no es posible que se comporte como él afirma que se comporta. Acto seguido se llevan al hijo/a a casa y le pegan una "paliza" por haberles puesto en el trance de tener que vérselas con su profesor o, en el peor de los casos, agreden al docente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy en día el docente no tiene autoridad para nada, y se debe en gran parte a los dichosos "derechos del niño"...¿De qué derecho me hablan?¿De estudiar????Noooo, se aprovechan porque saben que si los retan atrás vienen los padres para defender a sus hijos!!!¿A dónde fue a parar el respeto, la relación familia-escuela?